23.6.17

Cañas y barro, de Vicente Blasco Ibáñez

Vicente Blasco Ibáñez
Cañas y barro
Alianza editorial.2006
Primera publicación: 1902

La Albufera valenciana de finales del siglo XIX y principios del XX le sirve a Blasco Ibáñez para impregnar a la novela y a sus personajes de toda la crudeza y violencia del entorno.
En la aldea de El Palmar, en una mísera barraca de barro y caña, vive el clan de los Palomas, compuesto por tres varones de diferentes generaciones en permanente conflicto.

Por un lado, el abuelo, con el carácter endurecido por las crudas condiciones de vida,  que se siente orgulloso de pertenecer a la estirpe de pescadores y barqueros, renegando de los labradores que van ganando terreno al lago para el arroz. 

"Habían tenido muchos hijos, muchísimos; pero, menos uno, todos habían muerto oportunamente. (...) El tío Paloma encontraba estas desgracias lógicas e indispensables. Había que alabar al Señor, que se acuerda de los pobres. Era repugnante ver cómo se aumentaban las familias en la miseria; y sin la bondad de Dios, que de vez en cuando aclaraba esta peste de chiquillos, no quedaría en el lago comida para todos y tendrían que devorarse unos a otros."


Por otro lado, el padre, que cubo a cubo intenta ganarle terreno al agua para poder disponer algún día de un pedazo de tierra cultivable que dejarle a su hijo, empeño que le enfrenta directamente con los intereses pesqueros del abuelo.

"Desde entonces deseó toda clase de calamidades para las tierras del hijo, como un medio de domar su orgullosa resistencia. Nada preguntaba en casa, pero al cruzarse su barquichuelo en el lago con las grandes barcazas que venían de la parte del Saler, se enteraba de la marcha de la cosecha y sentía cierta satisfacción cuando le anunciaban que el año sería malo. Su testarudo hijo iba a morir de hambre. Aún tendría que pedirle de rodillas, para comer, la llave del antiguo vivero con la montera de paja desfondada que tenía junto al Palmar."

Y por último, el hijo, de carácter débil que se resiste a la vida sacrificada de la familia.

"Se aburría acompañando a su padre a las tierras del Saler, y pensaba con inquietud en su porvenir viendo al tío Tòni metido en el barro de los arrozales, entre sanguijuelas y sapos, con las piernas mojadas y el busto abrasado por el sol. Su instinto de muchacho perezoso se rebelaba. No; él no haría lo que su padre; no trabajaría los campos."

Este entorno de miseria y sacrificios moldea a golpes a los protagonistas que, en cualquier otro lugar, nos resultarían brutales y miserables; y que sin embargo aquí, se convierten en supervivientes, verdaderos hijos de la Albufera, que aman a ésta a pesar de su dureza, porque es parte de ellos mismos y porque en definitiva, es lo único que tienen.

Para aquellos que os decidáis a leerlo, os dejo aquí mi receta para exhorcizar los demonios de la albufera que os atormentarán al inicio del sueño: id en romería hasta el Palmar, daros un paseo al atardecer en una de las barcas de pescadores entre las cañas y las tranquilas aguas, y tomaros un buen all i pebre a la salud de los Palomas.

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