Os lo suelto sin rodeos: La Gallina en el Diván va a cerrar
sus puertas.
El sueño de crear un Café Cultural en un barrio como Nervión
no ha conseguido el objetivo de rentabilidad necesaria para poder seguir
adelante aunque sí ha conseguido otros muchos objetivos de los que me siento
orgullosa.
La Gallina se ha convertido en un rincón especial en un
barrio donde escasean las propuestas diferentes, han ocurrido cosas preciosas
entre esas cuatro paredes, hemos acogido a artistas de la ciudad y otros que a
su paso por aquí han recalado unas horas para compartir con nosotros una parte
de sí mismos. En estos dos años de vida ha sido un hervidero de literatura,
música, ilustración, teatro, talleres, tertulias, actividades infantiles y las
propuestas más inverosímiles que nos habéis ido proponiendo (los que habéis
estado en la fiesta de eurovisión o en el concurso de vinilos vermuzarros
sabéis a lo que me refiero).
Ha sido maravilloso conocer a tanta gente con tanto que
ofrecer y que muchos de vosotros hayáis pasado de la palabra “cliente” a la
palabra “amigo” (o incluso a la de cuñado, que para todo ha dado La Gallina!)
Es imposible no daros las gracias a manos llenas, pero
sobre todo a aquellos que habéis estado en la primera línea: a la familia, que
me habéis apoyado como solo vosotras sabéis hacerlo, arremangándoos y con la
sonrisa siempre por bandera. Y a la familia elegida, aquellos que habéis estado
cerca, muy cerca, y que sois parte de esto pero sobre todo de mi vida. Y
eternamente gracias también a quién se desvivió por este proyecto aunque luego
nuestros caminos se hayan separado, hicimos algo hermoso.
Pero en realidad, este adiós no es un adiós definitivo. O
mejor dicho sólo lo será si vosotros queréis que lo sea. Aunque La Gallina desaparezca
tal y como ha sido hasta ahora, puede transformarse y continuar siendo ese
punto de encuentro, trabajo y vida que ha supuesto, convirtiéndose en un
espacio de trabajo compartido: un coworking.
Sois muchos los que habéis venido a La Gallina a trabajar, portátil en mano, o habéis querido usar el espacio para impartir talleres, los que os habéis sentido a gusto en este espacio no sólo para tomar un café… ¿y si se transformase en vuestro espacio de trabajo habitual? ¿Os gustaría disponer de un rincón propio dentro de La Gallina? ¿Y de una zona común donde reuniros u organizar actividades? ¿Conocer a otros profesionales con los que puedan surgir colaboraciones? Con unas pequeñas adaptaciones La Gallina puede ser todo eso y más.
Durante estas semanas que quedan de Octubre, esperaré
vuestras respuestas. Si hay un mínimo de personas interesadas en implicarse con
esta idea, comenzaré con los cambios, sino, a finales de Noviembre La Gallina
cerrará sus puertas definitivamente.
Vosotros decidís… ¿rezamos una oración por su memoria? ¿o la
seguimos alimentando y vemos cuánto puede crecer?
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